16/1/18

Los judíos errantes se refugian en Guatemala

“¡Mil árboles de mango!”. El campamento se esparce a los dos lados del camino: primero un anuncio de la comunidad -“Para los refugiados que son víctimas del odio falso e injustificable”- y después las pequeñas casas de lona negra con número pintados. Entre medias, una maraña de árboles. “Cada uno da 2.000 frutas…”, calcula el rabino Uriel Goldman.

En la inmensa finca hay tierras, un río, bosques y montañas que Goldman, 46 años, 14 hijos, barba y tirabuzones ásperos, aún no ha recorrido por completo. “Nunca he subido por esas montañas”, explica en un castellano trastabillado en estos campos de Oratorio, a cien kilómetros de Ciudad de Guatemala. Es el hogar de Lev Tahor, una comunidad judía ultraortodoxa que cayó en Guatemala en 2014 después de abandonar Israel -expulsada por la presión judicial y mediática- y pasar por Estados Unidos y Canadá. La causa, aseguran ellos, siempre ha sido la misma. “Nosotros somos antisionistas: esa es la raíz de toda nuestra persecución. Estamos del lado de la Torá, y vemos que el Estado de Israel deja espacio a lo religioso, pero no lo es”, sostiene Goldman.

Shlomo Helbrans fundó Lev Tahor -“Corazón Puro”- en los años ochenta. Poco después se mudó a Nueva York como líder espiritual de una comunidad formada actualmente por 70 familias. Tras ser acusado de secuestrar a un menor que se acercó a recibir sus enseñanzas, pasó dos años en la cárcel y fue deportado a Israel. En el año 2001, Helbrans se mudó a Quebec con una visa temporal que se convirtió en asilo político. Canadá se lo había concedido y el Ministerio de Inmigración lo respaldó: “Es una persona que necesita protección”.

Así, entre investigaciones de maltrato infantil, la secta -a la que medios israelíes denominan "judíos talibanes"- llegó a Guatemala. Ahora son cerca de 500 miembros. “Yo busco la verdad y vivir fielmente a Dios: estoy aquí porque es lo más cercano a la verdad, al judaísmo puro. No cumplimos las leyes como esclavos, sino con amor. Y esta comunidad es el resultado de muchos años de persecución”, aclara, con amabilidad, Sholem Abrham Yitzjok, de 32 años y expublicista; una amabilidad desconfiada, ya que cargan con denuncias, exilios, investigaciones y deportaciones a sus espaldas. Los 'músculos' de Lev Tahor están cansados y Sholem muestra todo tipo de documentación para respaldar, con el brío de sus convicciones, la lucha: “La mayoría de los judíos lo son porque nacieron judíos, pero no tienen un sentido; nosotros sí”.


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